miércoles, 5 de diciembre de 2012

El final





Sin más dilación comenzó a tronar.
Hasta el último poro de cielo se encharcó en sangre.
Los mares,hasta ahora doblados cual sábana,
se hicieron verticales y punzantes,
como infinitos rascacielos de agua.
Árboles y plantas se venían abajo como plástico fundido,
arrodillándose sobre un suelo gris en su totalidad,
cubierto de todo tipo de inmoralidades.
Ráfagas de viento rumoreaban dolor,
dejando tras de sí una estela dorada de hojas de otoño.
Los pájaros dejaron de amanecer,
los ríos se hicieron piedra,
el oxígeno cortaba como la pizarra...
Y allí,en el corazón de semejante apocalípsis nos encontramos
tan vivos de muerte,
tan todos de nada,
comprendiendo que ni mota de polvo somos en el universo.


Rubén G. Barreiro

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